La violencia sexual contra las mujeres y los menores, en sus diferentes formas, se ha ido delimitando como una de las áreas delictivas más complejas y dañinas en las sociedades modernas.
Múltiples actuaciones, especialmente punitivas y de tratamiento, responden a esta realidad criminológica que parece resistente a los parámetros habituales de otro tipo de comportamientos violentos ya que la violencia sexual tiene unas tasas de reincidencia elevadas y una importante persistencia a lo largo de la vida de los agresores.